Como Dionisio

Mx ARMY
17 min readOct 31, 2020

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BTS, los Clásicos en el K-pop y el Narcisismo de Occidente

por Yung In Chae (29 octubre, 2020)

Esta es una traducción del artículo en Inglés Like Dyonysus.

Caravaggio, “Baco” (1598)

Este artículo es parte de nuestro especial de música.

Sólo emborráchate, como Dionisio

En una mano, un trago, en la otra, un tirso

Arte salpicando en una copa de cristal transparente

El arte también es alcohol, si lo bebes te emborrachas, tonto

— BTS, “Dionisio” (traducción propia de la escritora)

Viendo a BTS interpretar “Dionysus” por primera vez, me sentí como si estuviera en un sueño — en el sentido de que un sueño puede ser una síntesis de retazos de elementos dispares de tu vida despierta. Estaba viendo mi campo de estudio, los clásicos, fusionarse con la música popular de mi país, conocida como K-pop; el trabajo y la vida colisionando de una manera inesperada y desconcertante. Las letras, ambientadas con música frenética y embriagadora, incluyen líneas como “¿no puedes ver a mi apilado tirso roto?” (“tirso” no es una palabra que escuchas todos los días en K-pop, o cualquier tipo de pop) y son ilustradas con actuaciones que hacen uso de parafernalia clásica: columnas, togas y, por supuesto, un tirso. Fue extraño, fue increíble. Quería vivir en ella, y como que ya lo hice.

Si has estado pasando la cuarentena bajo una roca, BTS (su nombre en inglés, derivado del coreano, Bangtan Sonyeondan, que significa “Boy Scouts a prueba de balas”) es una banda de chicos que surgió de Corea del Sur para alcanzar el estrellato internacional, y al hacerlo cumplió con la mayor promesa de la música: unir a las personas a través de fronteras y a través de idiomas. El septeto — RM, Jin, Suga, J-Hope, Jimin, V, y Jungkook — escribe, produce, e interpreta canciones sobre temas tales como los problemas de la juventud y el amor propio; encuentran inspiración en áreas que van desde la literatura hasta la ciencia, en la caída del micrófono de Barack Obama en la Cena de Corresponsales de la Casa Blanca y en la ballena de 52 hercios; ejecutan intrincadas coreografías al nivel de los mejores grupos de baile (mientras cantan en vivo); tienen una serie web de variedades; incluso tienen un universo alternativo con una historia que se desarrolla a través de videos musicales, cortometrajes, libros y un webtoon. Han trabajado con artistas como Wale, Steve Aoki, Nicki Minaj, Halsey, Ed Sheeran, Lil Nas X y Sia. Su club de fans, llamado ARMY, cuenta con millones de miembros de todo el mundo, incluyendo algunos de alto perfil como John Cena, Ansel Elgort, y Maisie Williams. Y es la relación de BTS con ARMY, caracterizada por una intensidad e intimidad sin igual, lo que quizás los diferencie más de otros artistas. ARMY, a su vez, trae ese amor al público: en junio, igualaron la donación de un millón de dólares de BTS a Black Lives Matter en un día, y fueron uno de los grupos de fans que causaron que una aplicación de la policía colapsara al enviar spam con fancams.

Aquí hay una lista extremadamente abreviada de récords que BTS ha establecido y roto en los siete años que han estado presentes. En 2017, se convirtieron en el primer grupo de K-pop en actuar en una entrega de premios estadounidense y ser nominados para (y ganar) un premio Billboard. En 2018, se convirtieron en el primer grupo de K-pop en encabezar el Billboard 200 con Love Yourself: Tear, al que rápidamente se le unieron Love Yourself: Answer y Map of the Soul: Persona — convirtiéndolos en el primer grupo en tener tres álbumes alcanzando el número uno dentro de un año desde la legendaria banda con la que son comparados con más frecuencia, los Beatles, a cuyo legado le rindieron homenaje en The Late Show with Stephen Colbert. Más recientemente, “Dynamite” se convirtió en la primera canción de un acto surcoreano en encabezar la lista Hot 100 de Billboard, al mismo tiempo que destruyeron los récords de YouTube del mayor estreno y el video más visto en su primer día. En este punto, son sin duda uno de los actos musicales más grandes del mundo, si no el más grande.

Todo esto era tan poco probable que si alguna vez hubiese habido un K-drama — una tipo de programa que a menudo contiene elementos fantásticos como la lectura de mentes y los viajes en el tiempo — sobre un grupo de K-pop conquistando el mundo, todos lo habrían criticado por ser poco realista. ¿No es de extrañar entonces que de todas las deidades BTS se sintiera atraído por Dionisio: un dios improbable, un extraño, un seductor, un creador de mitos, un artista?

Quiero analizar las referencias clásicas en la obra de BTS no solo porque son interesantes en sí mismas, sino también porque es una manera de tomar en serio al grupo como artistas. A pesar del éxito incandescente de BTS, muchas personas se niegan a hacerlo, prefiriendo reducirlos a un fenómeno cultural — si reconocen su importancia en absoluto.

Jungkook en frente de “El Lamento de Ícaro” de Herbert James Draper (1898)

Al principio del video musical de “Blood Sweat & Tears” — una canción sobre la pérdida de la inocencia a través de la sumisión a la tentación, y el primer sencillo del álbum Wings de BTS en 2016 — los miembros pasan irreverentemente por una sala de esculturas clásicas, leyendo, bromeando, uno incluso montando una bicicleta. A un minuto y ocho segundos, Jungkook se inclina hacia atrás en un columpio, espalda completamente arqueada, como si estuviera capturado en medio de una caída. Detrás de él hay una pintura también relacionada con una caída, o más bien, sus secuelas: El Lamento de Ícaro de Herbert James Draper, la cual representa a Ícaro muerto y roto, enmarcado por sus colosales alas.

V a punto de caer dentro de “Paisaje con la caída de Ícaro” de Pieter Bruegel el Viejo (c. 1560)

A los tres minutos y trece segundos, justo antes de que el ritmo vuelva a sonar, la cámara se acerca a una exuberante habitación azul y va a través de una puerta que se abre a un balcón con V sentado en la balaustrada, la vista frente a él proporcionada por el Paisaje con la Caída de Ícaro de Pieter Bruegel el Viejo. V, quién más tarde se revela como un ángel caído, sonríe al espectador y luego cae en la pintura, recreando su acción central. El video musical utiliza imágenes clásicas, y el mito de Ícaro en particular, para ilustrar el tema de la canción — una maniobra a la que BTS regresa a lo largo de su obra.

Ícaro hace otra aparición en “Boy With Luv”, el primer sencillo del EP de BTS de 2019 Map of the Soul: Persona, esta vez dentro de las letras. Hacia el final de la canción RM rapea el siguiente verso (traducción propia):

Voy a ser honesto

A veces, sin darme cuenta, me volví arrogante

El cielo elevado, el auditorio más amplio

A veces supliqué huir

Pero tus heridas son mis heridas

Cuando me di cuenta de esto, lo decidí:

Con las alas de Ícaro que me diste

No hacia el sol, sino hacia ti

Déjame volar

Creo que hay al menos dos potenciales interpretaciones de la metáfora de Ícaro. El “ti” (que, como en muchas canciones de BTS, puede ser ARMY) podría leerse como una alternativa al sol que causa la muerte de Ícaro, lo que significa que RM está eligiendo dejar de lado cualquier tendencia autodestructiva y aceptar el amor de alguien que lo apoya. (Esta es, más o menos, la interpretación de Genius.) Pero el “ti” también podría leerse como un sustituto del sol, en cuyo caso RM está aceptando que el amor siempre viene con la posibilidad de destrucción — y lo elige de todos modos. De cualquier forma, las letras se vuelven más interesantes que si solo hubiese dicho lo que quería decir. Al igual que con el video musical de “Blood Sweat & Tears”, la alusión a Ícaro, cuyo nombre evoca una historia, añade una capa de significado que está en sí misma abierta a la interpretación.

BTS incluyó la mayor parte de Map of the Soul: Persona en su cuarto álbum, Map of the Soul: 7, y ambos contienen varias canciones con títulos latinos o griegos: “Intro: Persona”, “Outro: Ego”, “Mikrokosmos” (puede ser más preciso describir los dos primeros como términos psicológicos; “mapa del alma” es en sí misma una referencia a un libro sobre Carl Jung). Pero la referencia clásica más clara es la canción que mencioné al principio, “Dionysus”. (A principios de este año, Johanna Hanink y yo hablamos con MTV News sobre la importancia de Dionisio en la canción.) BTS se imagina a sí mismo como el dios del vino (“mi micrófono hecho de hiedra y madera áspera”), embriagando a sus fanáticos con su música mientras contempla las complejidades del arte y la fama.

Pero la parte más notable de la canción, para mí, no es un guiño a los clásicos, sino una línea claramente coreana al final del coro: “tocando el kkwaenggwari, canta ongheya.” La traducción es mía, excepto que realmente no la traduje, y no puedes traducirla eficientemente de una sola vez, porque necesitas explicar que un kkwaenggwari es un pequeño gong tradicional coreano y ongheya es una canción de trabajo para trillar arroz. Hay una aguda delicia en ver a BTS — un grupo que tiene que balancear apelar a Occidente y mantenerse fiel a la cultura coreana, y a menudo es criticado por equivocarse en ese equilibrio — tomar a Dionisio, un elemento de la mitología clásica, un dios que constantemente se reinventa a sí mismo, y convertirlo en una figura folclórica coreana.

¿Por qué BTS hace referencia a los clásicos?

La explicación simple es que los temas occidentales tienen significado y poder en Corea del Sur, como lo hacen en un gran número de otros países, no debido a una superioridad inherente, sino al trabajo duro del colonialismo. Pero cuando se trata de Estados Unidos y Corea del Sur en particular, la explicación nunca es simple. Con lo que tenemos que lidiar aquí es esto: el K-pop es un producto del imperialismo occidental y específicamente el estadounidense, un intento calculado de ejercer influencia sobre este país después de la división de la península estableciendo la cultura estadounidense como el estándar y canalizándola a todas las áreas de la vida (los zapatos Nike, por ejemplo, eran un símbolo de estatus cuando mis padres eran jóvenes). El hip-hop ha influido fuertemente en el K-pop no solo porque es música increíble, sino porque es estadounidense. Una forma de ver el K-pop, por lo tanto, es como un intento de hacer algo hermoso y distintivo a partir de la cruel y complicada historia de la cual surgió.

Por esta razón, es imposible discutir honestamente la historia del éxito de BTS sin colocarla dentro de este contexto más amplio del imperialismo, especialmente porque la historia en sí misma recrea la dinámica de Estados Unidos estableciendo un estándar que Corea del Sur luego trata de satisfacer. Aunque BTS ha satisfecho ese estándar más definitivamente que cualquier otro grupo de K-pop, no son los primeros en intentarlo. Cuando estaba en la escuela secundaria, las Wonder Girls desaparecieron de la escena musical coreana en la cima de su carrera para intentar entrar en el mercado estadounidense. Se convirtieron en el primer acto surcoreano en aparecer en el Billboard Hot 100 cuando una versión en inglés de su canción “Nobody” debutó en el # 76, pero nunca recuperaron su estatus en casa, por lo cual dependiendo de a quién se le pregunte su traslado a Estados Unidos fue un error que acabaría su carrera o un paso importante para la industria del K-pop (tal vez ambos). Mientras que las Wonder Girls asumieron que las canciones para un público anglófono tenían que estar en inglés, una década más tarde BTS hizo, y ganó, una apuesta diferente: que el idioma no es la parte importante, que cuando se comunica con música, hay que comunicar con la música.

Mientras BTS hacía su escalada de varios años en las listas de música de todo el mundo, referencias a los clásicos han sido una forma de atraer a audiencias occidentales — y de nuevo, particularmente estadounidenses — sin comprometer los elementos en lo que creen más firmemente, tales como cantar en coreano en lugar de inglés, un compromiso que declararon varias veces antes de cambiar de idea con “Dynamite”. Es una manera entre muchas — el uso del hip-hop es otra (de hecho, a los grupos que recurren al hip-hop, como Blackpink, tiende a irles mejor en Estados Unidos y Europa que a grupos como Twice, que es más popular en Asia). En “ON”, el segundo sencillo de Map of the Soul: 7, BTS usa el recurrente motivo estadounidense de una banda de marcha tanto para la pista (es decir, tuvieron una banda de marcha real en el estudio de grabación) como para el primero de dos videos musicales. El video musical de “Spring Day” presenta un motel llamado “Omelas”, probablemente una referencia al cuento “Los que se alejan de Omelas” de la escritora estadounidense Ursula K. Le Guin.

El atractivo ha funcionado prácticamente según toda medida (en este artículo y en otros sitios, las medidas estadounidenses son las únicas que parecen importar): BTS ha ganado premios en los American Music Awards, los Billboard Music Awards y los MTV Video Music Awards, y se presentan regularmente en programas estadounidenses. Pero aún no han sido nominados o ganado un Grammy — sin duda su próximo objetivo — y hasta hace poco, no podían encabezar el Billboard Hot 100, en parte porque éste tiene en cuenta a la radio y a la radio estadounidense no le gusta tocar canciones no inglesas, sin importar cuán populares sean.

“Dynamite”, la canción (en inglés) que finalmente logró #1, es alegre, pegadiza, simple — posiblemente lo que la gente necesita en este momento. También es, como escribe Aja Romano en un artículo para Vox, una extraña mezcla arbitraria de elementos de Americana; poco característica de un grupo cuyas letras suelen ser inteligentes y complejas. “Es exasperante que BTS tuviese que sacar una canción que es la versión más distorsionada y cliché de lo que los estadounidenses esperarían que una canción de K-pop en inglés fuese, simplemente porque esa es la única manera en que su sello discográfico pensó que podrían sonar en la radio en los Estados Unidos”, dice Romano, antes de señalar que “al satisfacer tan efectivamente la demanda de la industria estadounidense por una canción que cumpla sus peores expectativas, BTS esencialmente nos troleó a todos […] la banda jugó tan bien el juego barato de la industria musical de EEUU que revelaron la superficialidad de ésta mejor que cualquier otro artista en los últimos tiempos.

En el centro del éxito de BTS está esta paradoja: aunque la validación estadounidense invariablemente se considera más valiosa, lo que tienen que hacer para recibirla es, en mi opinión, a menudo menos de lo que son capaces de hacer. Este no es un pronunciamiento sobre BTS. Es un pronunciamiento sobre los Estados Unidos. Tomemos, por ejemplo, su interpretación de “Fake Love” en los BBMAs: se ven y suenan muy bien, el escenario está bien, el trabajo de cámara es francamente molesto por la forma en que suele enfocar a la audiencia durante momentos clave de la canción. Pero compárelo con cualquiera de sus actuaciones en premios coreanos y sus estándares se elevarán: su segmento de casi cuarenta minutos en los Melon Music Awards de 2019, por ejemplo, comienza con RM rapeando “Intro: Persona” en un aula destrozada mientras el camarógrafo alterna la lente para crear un efecto distorsionado y coloreado, y termina con una interpretación de “Dionysus” que incluye presentaciones introductorias de cada uno de los siete miembros, un intenso baile de dos minutos, gigantes leopardos inflables (por ser Dionysus), y caballos reales. La diferencia de calidad se hizo especialmente clara para mí durante su reciente residencia de una semana en The Tonight Show Starring Jimmy Fallon. COVID-19 los obligó a grabar en Corea del Sur en lugar de en un apretado estudio de Nueva York, lo que les permitió actuar en el palacio real principal (dos veces), una casa amueblada, una catedral abandonada y una pista de patinaje.

Por supuesto, estoy proyectando sobre ellos, como lo hacemos con las celebridades, mi ambivalencia sobre mi propia relación con la cultura occidental, sobre el hecho de que pasé el comienzo de mis veintes persiguiendo sus trofeos y estoy pasando el final desconfiando de mi decisión de hacerlo. Miro a BTS y trato de averiguar por qué me he estado sintiendo robada de algo que no puedo describir completamente. Cuán valientes me habían parecido esos siete chicos, luchando por subirse al escenario occidental. Y cuán indigno parecía ese escenario, una vez que llegaron.

Un mensaje recurrente de BTS es “amarte a ti mismo” — que forma la base para una serie de álbumes, el título de la canción, las letras de una canción, y su primer discurso en las Naciones Unidas. El mensaje de aquellos que privilegian la civilización occidental a aquellos considerados fuera de sus límites puede ser de hecho lo contrario: no te ames a ti mismo, ama algo mejor, y deja que sea una forma de reflexionar sobre tu inferioridad.

En 2012, “Gangnam Style” de Psy, que se suponía fuera solo otra canción exitosa de un creador de éxitos establecido, se convirtió en una sensación internacional (alcanzó el número 2 en el Billboard Hot 100). En ese momento, yo era una estudiante de segundo año en una universidad en los Estados Unidos, donde nunca esperé escuchar K-pop; la posibilidad no se me ocurrió jamás. Entonces, un día me encontré un poco borracha de la cerveza de agua de platos, viendo a un grupo de niños blancos bailando en un césped “Gangnam Style”, y sentí que estaba alucinando con algo más fuerte. Esta es la cosa más extraña que he visto, pensé, sin saber lo extraño que serían los próximos años. Gangnam es, por cierto, donde vivo, y por primera vez en mi vida de expatriada experimenté lo que era tener estadounidenses reconocer el nombre no sólo de mi país, sino de mi distrito. Este reconocimiento parecía hacer realidad una parte de mí que apenas existía en las abstracciones una vez que me alejaba de ella, como si hubiera perdido mi comprensión de la permanencia de los objetos.

En 2016, le ofrecí a un amigo mi auricular derecho mientras conducíamos por el campo francés. Mientras enumeraba nuestras opciones para escuchar, él me detuvo en “K-pop”; nunca había oído nada antes, y él tenía curiosidad. Así que puse una mezcla de éxitos como Big Bang, Hyukoh, y IU hasta que se volteó hacia mí y me dijo, “Creo que esto puede ser tan grande como ‘Gangnam Style.’” Me reí y le aseguré que “Gangnam Style” era una casualidad. No volvería a suceder.

Este episodio, en el que he pensado mucho este último año, ahora evoca en mí un remolino de sentimientos contradictorios: estoy sorprendida, estoy honrada, estoy extasiada por haberme equivocado, estoy, sobre todo, avergonzada por no haber creído en el valor de mi propia cultura, incluso cuando alguien me lo señaló explícitamente. En retrospectiva, debí haber sentido la necesidad de justificarme a mí misma las decisiones de mi vida. En estos días, viendo a los Estados Unidos ceder bajo el peso del fascismo y la pandemia, tengo el corazón roto, pero también estoy furiosa: pienso, si ibas a resultar así de patético, ¿para qué sirvió todo mi odio a mí misma?

Durante la mayor parte de mi vida, no pensé que el K-pop pudiera ser competitivo con, o ser mejor que, el pop estadounidense. La idea no tenía sentido. Para mucha gente, todavía no tiene sentido. Incluso BTS, el grupo de K-pop más famoso del mundo, enfrenta una discriminación sin fin; comentarios diciendo que ellos pertenecen al dominio de las niñas adolescentes, que ellos mismos parecen niñas, que se ven homosexuales — comentarios de personas que no entienden que la definición de masculinidad de todas las culturas no requiere que los hombres se vean como una mierda total. (Los grupos K-pop tienden a tener críticos extremadamente acrobáticos que logran ser racistas, xenófobos, prejuiciosos, sexistas y homofóbicos simultáneamente, todo en el lapso de unas pocas oraciones.) En 2019, Seth Abramovitch obtuvo una codiciada oportunidad de hacer un perfil de BTS para el Hollywood Reporter, el cual usó para hablar sobre cómo no podía molestarse él mismo en investigar su historia y los saludó con regalos baratos que había comprado en el aeropuerto. En febrero, un miembro del personal del Howard Stern Show afirmó que BTS portaba el coronavirus. Cuando BTS finalmente obtuvo exposición en la radio con “Dynamite”, un presentador de una estación de radio se burló al aire de su pronunciación en inglés.

En septiembre, BTS dio su segundo discurso de la ONU; Anne McElvoy, editora senior de The Economist, retuiteó una noticia al respecto, diciendo “Por favor, no.” Cuando los fans explicaron por qué su tweet era insensible, con algunos compartiendo historias conmovedoras sobre cómo los afectó el discurso, la personalidad de la televisión británica Anne Hegerty intervino: “¿Todo esto sobre una pequeña banda de chicos coreana que fundamentalmente no es importante?” Antes de continuar diciendo que su propio país, a diferencia de Corea del Sur, no tiene una epidemia de salud mental, y nos aconsejó que descubramos cómo matarnos menos en vez de depender de una banda de chicos. McElvoy y Hegerty han eliminado los tweets, pero todavía pienso en la audacia, o tal vez la banalidad, de la declaración de Hegerty: una pequeña banda de chicos coreana que fundamentalmente no es importante. Lo que eso significaba era, tú fundamentalmente, no eres importante. Cuando leo cosas como ésta — lo cual es todos los días que estoy en Internet, lo cual es todos los días — quiero meterles el K-pop por la garganta a todos hasta que les guste. Quiero llevarlo todo lejos, para siempre.

Pero sobre todo pienso en mis amigos coreano-americanos y especialmente en mis jóvenes primos coreano-americanos, quienes, en gran parte debido a esta banda de chicos, llegaron a crecer con un poco de dignidad en un país que constantemente tratará de quitársela — siendo la dignidad una forma de amor propio. Esto no era posible hace tan solo un par de décadas, cuando pasé casi ocho años de mi infancia en Estados Unidos. En aquel entonces, no era raro que la gente no supiera nada sobre Corea del Sur, aunque generalmente sabían cosas sobre China y Japón. Es un tipo peculiar de racismo: escuchas que no existes, así que te borras para hacer que tu identidad se alinee con tu realidad. Miro a mi prima de quince años, con su conocimiento enciclopédico del K-pop contemporáneo, y me doy cuenta de que ha tenido una infancia muy diferente a la mía.

Desearía que la validación occidental no importara. No importa, y sí importa. Realmente no puedes vencer a alguien con poder en su propio juego, porque simplemente cambiarán los estándares para que no lo hagas: si tu música es más limpia que la suya, dirán que no eres sofisticado, si tu música es más compleja que la suya, dirán que no conoces el valor de la simplicidad. Hasta cierto punto, por un período indefinido de tiempo, tenemos que jugar su juego de todos modos, pero no es inútil; puede ser a veces repugnante y a veces emocionante, puede producir algo significativo. En mi mente, la historia de BTS es la historia de un grupo de K-pop que, por una necesidad construida por la historia, fue tras la validación occidental y en el proceso se convirtió en algo mayor, ya que la influencia de BTS va más allá de Occidente, y su legado será acerca de algo más que solo recaudar sus recompensas. Al final, las personas que perderán serán aquellos que tuvieron la suerte de vivir en un momento de cambio cultural significativo, pero estaban demasiado sumidos en el narcisismo para verlo, y mucho menos apreciarlo.

En 2020, estaba caminando por una calle en California cuando escuché una canción familiar que flotaba desde la ventana baja de un automóvil esperando en el tráfico. Era “Boy With Luv” de BTS.

Yung In Chae es una escritora y Editor-at-Large de Eidolon. Obtuvo una licenciatura en Clásicos de la Universidad de Princeton y una maestría en Clásicos de la Universidad de Cambridge, donde fue becaria de Gates Cambridge. Ella es la autora de “Goddess Power”, un libro para niños sobre diosas en la mitología clásica.

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